lunes, 29 de junio de 2009

Instantánea

El saxofón despierta nuestro calor nocturno.
Cae la lluvia sobre el árbol afuera de la habitación.

Melancolía llama a melancolía.
El disco continúa en la grabadora, una, dos, tres veces más envolviendo las sábanas.

La discontinuidad de los recuerdos se derrama sobre estas almohadas cubiertas de jadeos y respiraciones profundas.

Nunca tanto dolor provocó este vacío…
Los fantasmas continúan su baile en nuestra tristeza.

Dialogismo de una relación

El viento sabe mejor que yo de los anhelos y los repite en las esquinas, los bares, los cafés, la locomoción... Las noches se hacen cada vez más largas. Antes, él advertía mi mirada, lo sé cuando involuntariamente bajaba los ojos y sus mejillas adquirían el color de grana. Es tan corto el amor y tan largo el olvido. ¿Olvidar aalguien que no he tenido? La historia de la frase hecha.
Es tan corto el amor y tan largo el olvido, lo entenderé…

sábado, 13 de junio de 2009

Inconsciente

¿Por qué te haces esto? La miras con frecuencia desde que volvió a tu vida. Saboreas en ella la frescura de sus labios, el olor que expide su cuerpo y la seducción de sus ojos. Te repites copioso la imposibilidad de esa unión. Sientes la necesidad de su cuerpo como antes no lo hiciste. Tu mano izquierda aparece amenazante reflejando el objeto dorado en nupcial dedo. Te recitas cual evangelio aprendido la idea de felicidad tratando inútilmente de desviar la efervescencia de tu entrepierna.
Ella provoca en ti el pecado, el olvido del ahora. No sabe de las noches en que la evocaste durante un sueño en la cama compartida ni de los días que esperas mirarla -por si acaso llega-. Confirmas con ello que las imágenes son mayores que los actos y en esa brevedad temporal la posees visualmente. Casi puedes tocar la voluptuosidad de su cuerpo a través de las telas. En tu ensoñación deseas acercarte a esos labios que un día fueron tuyos y, en un ataque de fiereza, despojarla de esa sinuosa blusa; ahí, sobre tu escritorio. Mirar los senos coronados por el negro sostén. Subir la falda, descubrir el misterio siempre vedado en otro tiempo. Te sorprenderías si descubrieras que ella también te esperaba. Acercarías tu boca a ese nimio lugar para saborearla completamente. La verías a los ojos y sentirías la felicidad por un instante: La victoria tras la distancia. Ella repetiría palabras dichas en el pasado y conocidas por ambos…
¿Por qué te haces esto? Repites mentalmente por segunda ocasión en el día cuando ella se despide de la oficina. Indiferente a tus lucubraciones.

Terra Oscura

Caen los cuerpos nonatos en sombras de lágrimas. Una flor blanca tras otra de tinta sangre. Pausas envueltas de rezos y palabras enmascaradas en murmullos delicados. El ojo mira por el fondo oscuro. Descubre que nunca se hará la luz y enmudece conteniendo el llanto.

... yo también...

Yo también idealicé el amor. Me sumé a las cifras de víctimas registradas en los anales de la vida. Experimenté el gota a gota convertido en mar, invité a Penélope como guía de mi propio infierno dantesco, caminé por oscuras calles entre la neblina melancólica y me engolosiné con la miel del irreal deseo erótico. En ese aletargado tiempo esperé y el Príncipe Azul no apareció. Resulta que, una vez cuando idealicé el amor, pensé que no valía la pena hacerlo. No era parte del estar aquí y ahora.

Ese momento

“¿Te aburriste?” Le preguntaba él mientras se acercaba lentamente a sus labios; los deseaba sobremanera. Imaginó, en medio del papeleo en la oficina, cómo aprisionar otra vez esa boca que ya era suya. “Pensé varias veces en ti hoy…” susurraba acariciando con un dedo el borde de los labios de ella. No hubo palabras.

Él adoraba rodear con su lengua la tersa carne roja crecida de sus senos. Sentir con ese sólo hecho la aceptación de ella para ser poseída.
Pudorosa, la habitación, se aleja ante la vaporosa escena de deseo. El silencio se tornaría en lenguaje nuevo contenido en respiraciones profundas.

El ruido matinal de la calle la despierta en la cama. Mira a su izquierda y confirma la presencia de él, ahí, dormido. En ese momento, cuando su aroma inquietante aviva su deseo, sabe que él ahora le pertenece.

Café maduro

Cuatro de la mañana. Pongo agua a fuego lento. Miro abstraída el líquido moviéndose en el recipiente.
Agua.
Líquida ciudad.
Lluvia de verano.
Saliva en un beso.
Semen escurriendo por mi vientre.
Lágrima por esta triste noche solitaria.
Agua. Agua que hierve a punto de un café. Cuatro y cinco de la mañana. Vierto una cucharada del oscuro polvo granoso y revuelvo. Una, dos, tres veces… Olor añejo de tiempos que no vuelven. Sigo sin parir una idea en esta habitación grisácea llena de ese Otro que fue mío.

Discontinuidad amorosa

Noche y además lloviendo. (Se ve impaciente, ha mirado su celular varias veces.) Bajo las escaleras. (Hace tiempo que la observo.) Quedamos de vernos a las nueve. (No quiero ser imprudente, pensará lo peor de mí.) “Estación Salvador”, lo anoté bien. (Pronto saldré de aquí y ella sigue impaciente ¿esperará a alguien?) Imaginé que sería puntual una vez en su vida. (La invitaría a caminar por Providencia en medio de la lluvia.) ¿Tendré que seguir esperando? (Luego tomaríamos un café.) No, será la última vez. (Ella me hablaría de ese otro.) ¡Huevón!. (¿Por qué el día no quiere venir?)

No hay dolor en la voz

Oigo mis pisadas de tronco caído. La neblina me persigue por la Avenida Grecia y me espera en Macul. Es tarde. El cielo plomizo cae sobre mí como tratando de borrarme. Avanzo. Las risas de algunos universitarios se diluyen entre la espesura del ambiente. Cristales de un cielo terrenal se estrellan en mi cara sin herirme. Me detengo intentando ubicarme entre las calles, no sé si he pasado la esquina de Exequiel Fernández. ¿Qué hacer cuando te das cuenta del desamor? Fue cruel al decírmelo. Miro a los lados. Presiento que alguien se acerca. ¿Me detengo? Continúo.

Noche abajo

Santiago noche arriba. Rectángulos amarillos paren fantasmas nocturnos en Vicuña Mackena. Inicia la procesión de los sin-ojos en medio de la neblina de tabaco, neón y música. El vino que corre por las venas de Bellavista converge con el agua del Mapocho. Sólo sumergiéndome podría terminar el rito. Escucho voces diversas en mi andar. Risas argentinas, peruanas, mexicanas… encontré la verdadera Babel. Vuelvo cada vez a ella en busca de mi cuerpo robado. No puedo existir sin ser otra a través del río. Pregunto. Investigo. Mapocho noche abajo. Sobre un tabique el alba me descubre desnuda.

*Publicado en la revista Papalotzi

Morochas

Seis de la mañana. El frío cala hasta los huesos. ¿A qué vine a este clima tan extremoso? Además el calefont no sirve ¡puta la huevá’! Baño inglés ¡poh! Seis y media de la mañana ¡Chuta! Se me está haciendo tarde. La micro de seguro no me dará la parada. No cacho na’, si me tardo un poco llego una hora tarde. Ya, ¡partimos! Ocho de la mañana. Siento que me congelo con toda la “c” de congelar. Tener que venir a esta hora a clase de nivelación. ¿Qué le voy a hacer? Tendré que aguantarme nomá’. Nueve cuarenta de la mañana. Ya, falta poco, pero ¡qué bueno estuvo el carrete anoche! El mino que conocí la verdá que estaba rico. Diez de la mañana. Ya poh profe, termine la clase. Me duele la guata de hambre. Mmmm, de verdá que el mino estaba rico. Por fin, terminó la clase. Voy al casino. ¿Me hablará más tarde? Yo advertí que hubo onda entre nosotros. Altito… tan blanco ¿podría pensarse como el típico chileno? No, yo creo que no. Esa mirada… yo creo que eso me llamó más la atención, pero también sus labios. ¡Chuta! Se me olvidó el cuaderno en el aula. Diez cinco de la mañana. Vaya que el profe es latero, todavía ahí hablando con los cabros. Ya, tengo hambre ¿qué voy a desayunar? Diez quince de la mañana.
-¿Qué va a desear?
¡Mish! lo que son las cosas, ahí está, que hablando del rey de Roma.... ¿Me dijo acaso que también estudiaba? Ya no me acuerdo, andaba tan volada. Pero… y ¿qué hace a estas horas acá? Se ve que está ocupado estudiando ¿Me acerco? ¿No será demasiada presión? Pensará que lo sigo… Ya poh, hay que comer algo para armarse de valor. Después me acercaré para saludarlo. ¿Qué le hace el agua al pesca’o?
- ¿Qué va a desear?
- Me da un té con leche y unas morochas ¿por favor?
Diez y media del día y contando…

Silencio

Siento el grito que sale por los poros. El amor es el silencio más fino, el más insoportable y aún así lo escucho en su desesperación