sábado, 13 de junio de 2009

Inconsciente

¿Por qué te haces esto? La miras con frecuencia desde que volvió a tu vida. Saboreas en ella la frescura de sus labios, el olor que expide su cuerpo y la seducción de sus ojos. Te repites copioso la imposibilidad de esa unión. Sientes la necesidad de su cuerpo como antes no lo hiciste. Tu mano izquierda aparece amenazante reflejando el objeto dorado en nupcial dedo. Te recitas cual evangelio aprendido la idea de felicidad tratando inútilmente de desviar la efervescencia de tu entrepierna.
Ella provoca en ti el pecado, el olvido del ahora. No sabe de las noches en que la evocaste durante un sueño en la cama compartida ni de los días que esperas mirarla -por si acaso llega-. Confirmas con ello que las imágenes son mayores que los actos y en esa brevedad temporal la posees visualmente. Casi puedes tocar la voluptuosidad de su cuerpo a través de las telas. En tu ensoñación deseas acercarte a esos labios que un día fueron tuyos y, en un ataque de fiereza, despojarla de esa sinuosa blusa; ahí, sobre tu escritorio. Mirar los senos coronados por el negro sostén. Subir la falda, descubrir el misterio siempre vedado en otro tiempo. Te sorprenderías si descubrieras que ella también te esperaba. Acercarías tu boca a ese nimio lugar para saborearla completamente. La verías a los ojos y sentirías la felicidad por un instante: La victoria tras la distancia. Ella repetiría palabras dichas en el pasado y conocidas por ambos…
¿Por qué te haces esto? Repites mentalmente por segunda ocasión en el día cuando ella se despide de la oficina. Indiferente a tus lucubraciones.

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