martes, 7 de abril de 2015

Luces ronroneantes


Los gatos piden caricias
como si llevaran
su
propia
música
interna.

El mundo cabe en el suspiro donde viaja,
se pertenecen.

Pasajeros del único vagón de lo (im)posible

La cabeza que se acerca a tu mano,
la garra que araña tu rostro
la cola que enrosca                     y atrapa
el infinito
sentido
de lo natural.

El gato es sordo, tiene que serlo,
pues sólo en el silencio puede escuchar las variaciones tonales del aire.

...y pareciera entenderme con ese mismo mutismo del que es dueño.

Una caricia,
dos,
tres
o
cuatro
que rompan el quinto murmullo de estos latidos.