Todas las tardes ella le espera impaciente en el confortable sillón de la sala. Todas las tardes, invariablemente, él atraviesa el umbral de su hogar a las 19:00 hrs. Se abrazan, se entregan en un apasionado beso y ella prepara la mesa mientras él habla de su día en la oficina. Ella a todo pondrá atención y asentirá con la cabeza como una dama de casa; él en cada anécdota maximizará sus hazañas cual héroe de ficción encarnizado. Así, al final de la cena, ambos se levantarán para prepararse a dormir. Un poco de conversa, un poco de televisión y el tic-tac indica que es tiempo. Nuevamente, se abrazarán, se entregarán en un apasionado beso y se dirán "hasta mañana, amor".
Cada noche, cuando él duerma, ella tomará su celular para dejar escapar su inconsciente. Escribirá las más hermosas frases jamás dichas a ese otro que reposa en su pasado. Añorará los tiempos añejos de vagar por las calles y tirar notas musicales en las aceras. Ambos descubrirán que ese mínimo contacto de deseo los sumerge en la imagen fantaseada de uno por el otro. Nunca fue en su tiempo y ahora no es su oportunidad. Ambos se pensaron únicos, pero insatisfechos. ¿Lo son ahora?
Por las mañanas ella preparará el desayuno. Atenderá los deberes de la casa. Saludará a las vecinas con una sonrisa traslúcida de emociones. Todo está en orden en este juego cotidiano.