jueves, 13 de agosto de 2009

La historia del Príncipe Nocturno y la Princesa Corazón de Aguacate

En tiempos mágicos, cuando el día y la noche eran uno solo, se oía por las calles el pregonar de una historia de amor. Un príncipe -que sólo vivía de noche-, enamorado de una princesa nacida del aguacate más viejo de la plaza principal en la Pequeñagranciudad.
Durante las mañanas el Príncipe Nocturno se evaporaba entre las personas. Semejaba su caminar al de los otros, aprendía su lenguaje, reflejaba sus acciones y cometía los mismos errores que ellos para no ser señalado como extraño. Era la noche, el momento en que la luna dominaba al sol en acto erótico, que el príncipe dejaba sus harapos para vestir de gala y callejonear por la Pequeñagranciudad.
Un día, cansado de esperar la oscuridad para transformarse, decidió vagabundear con sus vestimentas de seda. Aquella tarde fue el instante preciso en que la vio; tan sólo el deslizamiento de sus faldas por el adoquín lo habían transportado a un mundo más allá del real. Ella contenía en la blancura de su piel todo lo que él imaginó en algún momento. Su cabello adquiria el brillo de las hojas con los rayos del sol y no había, en todo el lugar, ojos negros más dulces que los de ella. Desde entonces él seguía sus pasos, la buscaba para gozar el instante en que el ocaso la iluminaba entera. Su vida giraba entorno a esa dama de enigmático andar. Ambos sentían necesitarse mutuamente.
Ella, la Princesa Corazón de Aguacate, estaba tan distante de él. Su padre, al ver la delicadeza de su cuerpo y la belleza de su rostro mandó llamar a la hechicera de la Pequeñagranciudad. No quería que se marchitara la fina piel como ocurrió con tantas otras hermanas mayores. La vieja hechicera había perdido toda audición desde que tenía 40 años e interpretaba las frases sólo con el movimiento de los labios. Entendió, en la petición del aguacate más viejo, el deseo de amor eterno para su hija y así, en rápido acto, formuló las palabras indisolubles de la condena: una dama de día pero un aguacate de noche. El hechizo sólo podía romperse si el príncipe que la deseara supiera distinguirla entre los tantos aguacates que colgaban de su padre, si advertía en esa forma burda el verdadero corazón de ella y con tierna inteligencia la descolgara independizándola de su condición frutal.
El Príncipe Nocturno, al ser enterado de la situación que padecía su amada, comenzó a idear una estrategia. Viajó por los mundos conocidos donde vivían árboles de aguacates para pedir sabiduría, probó cada uno de ellos, experimentó cada una de las preparaciones y cuando logró identificar sabor, consistencia, olor y color emprendió el viaje de regreso. Los tiempos habían cambiado cuando él llegó a la Pequeñagranciudad y nada era como él lo vivió. Ahora había más árboles de aguacates, las calles no estaban adoquinadas y el aguacate más viejo de la plaza principal había sido remobido a una de las casas del Norte. No sería fácil llegar a la Princesa Corazón de Aguacate. Podría ser cualquiera. Convencido de que la encontraría ofreció su tesoro a cambio de más tiempo de vida. Rogó a los siete mares y ellos compacidos le otorgaron lo que solicitó.
Se dice que por las noches, cuando hay luna llena, aparece un hombre sucio preguntando a todo el que encuentra a su paso "¿Dónde está mi aguacate?" Sin encontrar respuesta corre frenético hacia el vacío y desaparece. Aún no lo he visto.

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Esta noche de tormenta en el techo de la casa donde vivo, se escucha un lamento profundo. Un aguacate parece golpearlo con fuerza como enojado por su condición. Intuyo que es grande y fuerte por la magnitud del sonido.

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